2 de junio de 2009

Slava Taideff






(Slava Taideff)


SLAVA TAIDEFF





“No existe arma más letal que la mente humana”.

Viktor Raventtloft I (La otra cara de la moneda).



La mente de Slava Taideff se hallaba sumergida en complejas abstracciones científicas; sus experimentos de Jurak-7 iban viento en popa. Su mujer, Tanya Svelenkova, estaba cómodamente sentada junto a él en la terraza de su palacete en Hiptake, en el planeta Septem. Sobre la mesa aún quedaban, en una lujosa vajilla de Chaney, los restos de una comida digna de los paladares más refinados del Imperio.

Uno de los rasgos más sobresalientes de su mujer era su desmedido amor por el lujo y el poder, sobre todo el poder. Intrigar, cualidad típica de la hija de un embajador del Imperio, era en ella algo tan habitual y rutinario como el respirar.

Ambos bebían mientras disfrutaban la calma del final de la tarde. Slava Taideff sabía leer en el singular rostro de su mujer los signos que precedían a la llegada de una inminente tormenta doméstica. Se preparó lo mejor que pudo esbozando una de las mejores sonrisas de su repertorio, y aguardó a que su esposa rompiera el silencio.

-Estoy muy… enojada contigo, Slava.

El Embajador puso cara de sorpresa.

-¿Enojada? -repitió con lentitud, haciendo con un gesto que los sirvientes se retirasen dejándoles completamente solos. Faltaban pocos días para su partida hacia sus laboratorios de Jurak-7. -Estás pescando tiburones en un vaso de agua -dijo Tanya dándole a entender que estaba perdiendo estúpidamente el tiempo.

-¿No es así como lo dirían en Sillmarem? -respondió con hiriente condescendencia-.

-Si hay alguna cualidad de la que me puedo vanagloriar es de saber apreciar en su perfecta medida el tiempo y su valor, querida.

-¿Qué es el tiempo cuando permites que se te escape el futuro por entre los dedos?

-¿El futuro?

-¡Tu futuro! Nuestro futuro, tu destino -aclaró suavemente Tanya, estudiando atentamente las reacciones de su esposo.

-No debes preocuparte por nuestro futuro. Está completamente asegurado. Ni más ni menos que nuestro Premier en persona me aseguró el virreinato de los mejores sistemas imperiales cuando Septem recupere su hegemonía.

-Simples despojos cuando puedes comerte todo el banquete.

-¿Despojos dices? ¿Sabes la enorme riqueza y poder que nos otorgaría eso? Casi la totalidad de los hombres ignoran que tal posibilidad pueda hacerse realidad, y créeme querida, eso tan solo sería el principio de una escalera repleta de asombrosas posibilidades para nosotros. Su mujer le miró a los ojos.

-Tu ingenuidad es casi tan grande como tu ignorancia -susurró Tanya con desprecio.Slava Taideff reprimió su cólera pero, muy a su pesar, no pudo evitar erguirse mirando fijamente a su esposa.

-No sé qué quieres decir, mujer.

-¿De verdad crees en esas estúpidas promesas? ¿Eres plenamente consciente de tus posibilidades? Te estás convirtiendo en un potencial competidor para nuestro Premier, y además, sabes demasiado. Te puede quedar muy poco tiempo de vida -razonó Tanya-.

El Premier aspira al trono de las siete coronas. Nuestro Monarca Supremo está demasiado viejo y sin heredero, y el Premier no permitirá que nadie se interponga en su camino a la cumbre. Cuando dejes de serle útil te desechará como un mecánico desecha una vieja e inservible herramienta. Eres demasiado peligroso para él, y te teme. Debes anticiparte y controlar tu futuro antes de que éste te controle a ti.

-Se necesita mucho poder para controlar el destino.

-¡El destino solo lo poseen aquellos lo suficientemente capaces como para moldearlo a su gusto! Tienes todas las cartas en tu mano, tan solo debes usarlas adecuadamente y la partida será nuestra… tuya. ¡Así que úsalas!

-Sigo teniendo asegurado un lugar en el Imperio y en Septem -dijo Slava a la defensiva. Un tic nervioso se manifestó en su ojo izquierdo; su mujer le acarició la mejilla.

-Las elecciones serán dentro de poco, justo después de que tengamos preparados los nuevos Homofel. Un trágico accidente de nuestro Monarca y del Premier cuando vayan de caza, y tendrás vía libre para acceder al trono después de asegurarte la elección en unas votaciones de hojalata. Todo está previsto, contamos con el apoyo de mi padre y algunas de las familias más poderosas del Imperio. Son más de las que crees.

-¿Mujer, no insinuarás…?

Tanya se impacientaba por momentos, pero habló con precisa suavidad, disuadiendo metódicamente a su marido.

-Muchas de las familias imperiales están descontentas con la nueva política adoptada por el futuro heredero. Su honradez y su intención de eliminar las desigualdades sociales, perjudicará los intereses económicos de muchos nobles. Y aunque ahora Rebecca regente el Imperio, dentro de poco será la coronación y el poder cambiará de manos. Piénsalo, el Príncipe Umasis es joven e inexperto, y no parece ser el más idóneo para el cargo. Seguramente no durará. Y si el Príncipe desaparece, ambos sabemos a quién correspondería el Trono.

-Al Conde.

-En efecto. Lo único que debemos hacer es asegurarnos de que cuando el Príncipe desaparezca, Sillmarem tenga la certeza de que el culpable no es otro que el Conde Alexander Von Hassler. De ese modo, se enfrentarán encarnizadamente. Y cuando acaben exhaustos, tú estarás ahí, como Monarca Supremo de la Heptarquía de Septem, para dar el golpe de gracia al debilitado vencedor.

-Pero, ¿y si el Príncipe Umasis no desaparece?

-Bueno, ya nos encargaremos de eso.

-¿Quieres asesinar al futuro Imperator? –preguntó, asombrado.

-No es que quiera asesinarlo, cariño. Pero tú y yo sabemos que el Conde es peligroso, y sinceramente, prefiero que nos ocupemos del Príncipe, y dejar que Sillmarem se encargue del Conde antes que hacerlo al revés, ¿no crees?

-La verdad es que es un hombre siniestro –dijo Slava pensando en la imagen del Conde-. Solo de pensar en verle se me hace un nudo en el estómago. Además, esas malditas panteras que siempre van con él parecen estar deseando morderme.

-Por eso mismo, querido. Sillmarem no dudará en culpar al Conde si Umasis muere. Todo el mundo sabe quién asesinó al Archiduque de Portierland. Lo único que me preocupa es saber por qué acabó con él. Parece ser que sabía algo que el Imperator quería guardar en el más riguroso secreto. Corren rumores sobre una extraña arma, una especie de fórmula.

-¿Una fórmula? ¿De qué?

-Mis agentes ya están en ello, ten paciencia amado esposo. Ahora lo que debes hacer es esperar el momento oportuno. Te presentaré a algunos de mis agentes que te ayudarán en la planificación.

-Pero las votaciones…

-¡No seas estúpido! –Interrumpió Tanya-. Las votaciones pueden ser compradas, vendidas, falsificadas y manipuladas.

-Aun así habrá una fuerte oposición. La mayoría… quiero decir que se harán muchas preguntas… una comisión imperial podría investigar -titubeó Slava.

-¡Dioses benditos! No te preocupes por absurdas bagatelas. Tendremos la mayoría asegurada antes de lo que crees. Sellaremos alianzas con los líderes de los principales partidos políticos o con sus rivales internos. Ninguno de ellos despreciará una segura posibilidad de ascenso o de derribar a uno de sus enemigos, ya sea en su propio partido o en el de la oposición. Pronto comprobarán que su futuro y el de Septem van ligados al tuyo indivisiblemente porque ¡tú serás Septem! Piénsalo bien, aceptarán de buen grado, por la fuerza o por coacción, las ventajas que les ofreces. Títulos por repartir, concesiones políticas, económicas o religiosas, ventajas tributarias o de explotación. Trato de favor con ventajas jurídicas.

La explotación de jugosas parcelas de poder con cuantiosos beneficios e incluso la concesión de las nuevas colonias imperiales de Nitthu sin ningún tipo de impuesto o arancel. Y esto será sólo el principio, después vendrá el reparto de las nuevas patentes científicas. Nadie podrá resistir la tentación de darle un bocado a nuestros experimentos secretos de Jurak-7.

-Jurak-7 está bajo la custodia de Andriapolis-Alpha y, ésta, a su vez, de la Interfederación.

-Cierto, ¿y…?

-¡Es demasiado peligroso! Ya nos cuesta demasiado comprar el silencio de las autoridades de Andriapolis-Alpha sobre las torres biónicas como para que esa información pase a ser de dominio público -dijo Slava asombrado por la audacia de su mujer.

-Cuando la Interfederación se una a Sillmarem para atacar al Conde, caerá bajo la ira de las tropas imperiales y poco importará lo mucho o poco que haya hecho hasta entonces. Jurak-7 será una inapreciable carta que nos dará la victoria final. Piénsalo bien, tendremos un universo entero para repartirnos.

-Pero habrá rebeldes y opositores, no debemos subestimarles.

-Serán discretamente eliminados -dijo cándidamente Tanya-. No se puede detener el futuro, y tú eres el futuro, su futuro. No podrán hacer nada al respecto cuando sepan que posees poderosos aliados dentro del Imperio, Invenio e incluso la propia Interfederación. El resto de facciones de la oposición lo comprenderán.

-¿Y si no lo hacen?

-Morirán -sentenció Tanya-. Eso no será problema.

Slava Taideff comenzó a vislumbrar la factibilidad del plan de su infatigable esposa. Era, bajo muchos aspectos, una mujer temible sin duda alguna, aunque para el Embajador de Septem era una reconfortante presencia en tiempos de dificultad.

-Encárgate de preparar tu viaje de inspección a Jurak-7, y yo me encargaré del resto.

-Pero el pueblo…

-¿Cómo puedes ser tan obtuso? No sé qué voy a hacer contigo -amonestó Tanya con desprecio-. El pueblo dices, ¿qué es el pueblo al fin y al cabo?, ¿qué es en definitiva la vida? Una incombustible lucha entre los que poseen el poder y quienes se esfuerzan por arrebatárselo, dejando en medio apenas un frágil hueco como el agujero de un alfiler por el que pasan los hombres sencillos que tan solo quieren vivir en paz con sus familias en busca de la tan ansiada felicidad. En el instante en que comprueben las ventajas de formar parte de la ciudadanía de Septem y su justicia, admirarán agradecidos a su nuevo líder, nuevo padre y protector de su pueblo, naturalmente.

-Naturalmente -añadió Slava.

-¿Y el precio? No se puede pretender encerrar el alma humana en una botella de cristal y tirarla al mar como si de un efrit se tratara, ignorando la realidad y las cadenas que lo atan a ésta.

-Pero sí embotar su conciencia. Es una constante histórica. Todos poseemos un lado oscuro explotable.

-Les alejaremos de lo verdaderamente importante; les construiremos un pomposo decorado de fiesta y grandeza que los mantenga ocupados sin poder usar ningún tipo de poder, arma, instrumento o recurso que los lleve a su perdición.

-Pero siempre poseerán su mejor arma, su mente.

-Cuando un arma no se usa, termina por oxidarse. La oxidaremos con todos los placeres que les pueda proporcionar la carne.

-¿Cómo hicieron otros imperios?

-Oh no, los imperios anteriores no tenían ángeles guardianes. Nuestro pueblo sí. Será una magnífica representación teatral con actores reales, una obra única.

-Nuestra obra.

-Lo haremos por su propio bien, mi amor.

-Y el nuestro.

-Y el nuestro, claro está.-Les forjaremos un nuevo horizonte de promesas. Ello quebrará toda iniciativa individual que represente un peligro para su confort y bienestar.-Si lo miras desde otro prisma, es por una causa noble, les salvaremos de sí mismos-razonó con ironía la hija del embajador imperial.

-Mi pequeña manipuladora -murmuró cariñosamente Slava.

-Os veo tenso mi Señor, acompañadme a mis aposentos y os daré uno de mis masajes especiales -ofreció Tanya.

El Embajador se levantó como un autómata, dejándose llevar por su esposa hacia el dormitorio, mientras se contoneaba eróticamente. Era consciente de que estaba en juego el poder de todo un Imperio.































No hay comentarios: